"Cuando una mujer decide convertirse en rubia, es que es una rubia con todas las de la ley."
Norman Mailer
Los tipos duros no bailan
Soy fiel a mi tinte hace más de diez años. Esto demuestra que hay cosas con las que sí me comprometo, que generalmente coinciden con aquellas que iban a ser provisionales. Ya me estoy liando y no es eso a lo que iba. Párrafo nuevo y a empezar otra vez.
Pues eso, que soy una de esas que se tiñe el pelo y lo dice sin que le pregunten. Nunca me echo cremas en la cara, me maquillo una media de seis veces al mes, no piso una peluquería, pero a mi cita con L´Oréal no falto. Lo curioso del tema es que el color se parece al mío natural y todavía no me han comido las canas. Entonces, ¿para qué echarse un mejunje? Muy fácil: para no dar explicaciones. Bueno, vale, lo explico ahora, no sin antes enfadarme porque voy a dar explicaciones de una cosa que hago para evitar darlas. Me lío de nuevo.
Siempre fui rubia y para los demás rubia de bote (la rima sobra, eh). Mi color de pelo es más mutable de lo habitual y depende mucho de la cantidad de sol que recibe. Como resultado siempre he tenido un efecto raíz que, unido a unas mechas claras mesetarias que no californianas. Todo el mundo preguntaba si me teñía y yo no tenía más narices que negarlo porque era la verdad y dar todo tipo de explicaciones que jamás eran creídas. Un día me cansé y decidí ser peliteñida y, de camino, aclarar un poco el tono de la melena. Cuando me preguntan ya puedo decir la verdad y dejarlos satisfechos con mi confesión de artificialidad.
Si de confesiones se trata, debo añadir que ahora que mi explicación deja satisfechos a los otros no sé si conmigo también funciona o, en todo este camino, la rubia se traicionó a sí misma.